Autora: Ana Muñoz
El trastorno límite de la personalidad consiste en un patrón generalizado de inestabilidad en las relaciones personales, la propia imagen y las emociones, así como una marcada impulsividad. Suele comenzar en la adultez temprana.
Se caracteriza por cinco o más de los siguientes rasgos:
1. Intensos esfuerzos por evitar un abandono real o imaginario. Es decir, tienen un miedo muy intenso a ser abandonados por la persona que aman (o cualquier persona importante para ellos) y suelen reaccionar con una ira inapropiada o pánico cuando tienen que separarse, aunque sea sólo durante un tiempo limitado. Por ejemplo, cuando alguien llega tarde a una cita o tiene que anularla lo interpretan como un indicio de posible abandono o traición y reaccionan de forma muy intensa.
2. Relaciones interpersonales inestables, caracterizadas por la alternancia entre la idealización de la otra persona y su desvalorización total. Es decir, pueden llegar considerar a otra persona un ser maravilloso y excepcional en el primer o segundo encuentro, sienten unos sentimientos muy intensos hacia esa persona, desean estar a su lado y recibir su atención continuamente, le exigen mucho a nivel emocional y desean compartir los detalles más íntimos desde el principio de la relación. Sin embargo, si esta persona no cumple con esas altas expectativas, lo cual suele suceder, pueden pasar fácilmente al extremo opuesto, pensando que en realidad no le importan nada a esa persona, que les ha traicionado y que es decepcionante o mala persona.
3. Problemas de identidad. Tienen una auto-imagen o sentido del yo marcadamente inestable. Cambian bruscamente sus metas, valores, aspiraciones profesionales, opiniones, tipos de amigos; no tienen claro lo que desean ni tienen una identidad definida, sino que cambian en función de las influencias externas. Cuando les falta una relación de amor y apoyo, pueden incluso sentir que no son nada o no existen en absoluto.
4. Impulsividad al menos en dos áreas en las que pueden perjudicarse a sí mismos. Por ejemplo, pueden gastar el dinero de forma irresponsable, comer compulsivamente, abusar de sustancias, practicar sexo no seguro, conducción temeraria, etc.
5. Conductas suicidas recurrentes o automutilación. El suicido suele ocurrir en el 8 - 10 % de estas personas. Las conductas de automutilación (cortarse, quemarse) ocurren durante periodos de malestar emocional intenso. Pueden ser precipitadas por amenazas de separación o cuando se espera que asuman una mayor responsabilidad.
Estas conductas suelen producir alivio al sustituir el dolor emocional intenso por el dolor físico, proporcionar una válvula de escape para sus sentimientos de culpa y auto-castigo, trasladar su atención al dolor físico y olvidar momentáneamente el sufrimiento emocional, etc.
6. Inestabilidad afectiva debida a una reactividad emocional marcada (por ejemplo, episodios de disforia, irritabilidad, ansiedad, que duran sólo unas horas o, rara vez, unos días). Generalmente, su estado de ánimo es disfórico, con frecuentes estallidos de rabia, pánico o desesperación, debido a que reaccionan con gran intensidad ante los diversos sucesos de la vida, sintiendo emociones muy intensas y con problemas para controlarlas. No es raro que lleguen a tenerles miedo a las emociones (por ejemplo, miedo a enamorarse). Se aburren con facilidad y buscan constantemente algo que hacer. Pueden mostrarse sarcásticos, resentidos, furiosos, tener estallidos verbales.
7. Sensación crónica de vacío, falta de sentido y soledad.
8. Ira intensa e inapropiada o dificultades para controlarla (por ejemplo, estallidos emocionales agresivos, rabia constante, peleas físicas recurrentes). La rabia puede surgir cuando se ven rechazados por alguien importante para ellos. Después suelen sentir vergüenza o culpa.
9. Ideación paranoide temporal en periodos de estrés intenso o síntomas disociativos severos. Estos síntomas suelen durar poco tiempo (horas o minutos) y suelen aparecer tras un abandono. Un ejemplo de idea paranoide consistiría en creer (estar totalmente convencido), sin base alguna que lo justifique, que esa persona le ha abandonado porque tiene otra pareja o familia en alguna parte y le ha estado engañando todo el tiempo que han estado juntos.
Los síntomas disociativos pueden consistir, por ejemplo, en una sensación de despersonalización, de estar fuera de sí mismo, observándose desde el exterior, no reconocerse al mirarse al espejo, sentirse como en un sueño, etc.
Esquemas de pensamiento
La base del trastorno está constituida por tres supuestos fundamentales:
1. Conciben el mundo como un lugar peligroso y a las demás personas como malévolas o potencialmente dañinas.
2. Piensan que son vulnerables e incapaces de salir adelante por sí mismos.
3. Se ven a sí mismas como malas personas, inaceptables e indignas de amor.
Muchas personas con este tipo de trastorno han sido víctimas de malos tratos en la infancia o de abusos sexuales (lo que podría llevarles a percibir a los demás como peligrosos) o bien han vivido separaciones traumáticas y dolorosas en la infancia, lo que les lleva a percibir a los demás como fuente potencial de un gran sufrimiento, traidores y egoístas, sobre todo a las personas importantes para ellos. Esta creencia los lleva a la conclusión de que es peligroso bajar la guardia, asumir riesgos, estar en una situación de la que no se puede escapar fácilmente, mostrarse vulnerables, etc. De modo que están en un constante estado de ansiedad y tensión, constantemente alertas y vigilantes. Esta característica es similar a la desconfianza del trastorno paranoide; la diferencia radica en que las personas límite se sienten ineficaces e impotentes y no confían en su propia capacidad de valerse por sí mismas y enfrentarse a las amenazas. Tampoco pueden llegan a volverse totalmente dependientes de los demás, debido a que su creencia de que son inaceptables e indignos de amor los lleva a esperar el rechazo.
Es decir, por un lado, necesitan desesperadamente alguien que les de amor, los cuide y los apoye porque no se ven capaces de hacerlo por sí mismos ni de sobrevivir solos en este mundo percibido como hostil, pero al mismo tiempo temen este tipo de relación porque esperan que tarde o temprano serán rechazados y sentirán un dolor inmenso.
Por otro lado, el pensamiento dicotómico es muy común en estas personas. Consiste en ver el mundo en términos de categorías excluyentes (por ejemplo, bueno o malo, éxito o fracaso, lealtad o traición). Al faltar las categorías intermedias, se hacen interpretaciones extremas de acontecimientos que en realidad caen en una zona intermedia de un continuo. De este modo, una persona puede pasar de ser maravillosa a ser horrible ante sus ojos, lo cual genera, a su vez, unos sentimientos también muy intensos. Es decir, quien considera algo como horrible, sentirá una emoción mucho más intensa que quien lo considera sólo molesto. Del mismo modo, al considerar a una persona absolutamente maravillosa, sienten una gran euforia y una alegría intensa.
Al percibir el mundo el términos de blanco o negro, no solo están propiciando sus estallidos emocionales, sino que además están siendo poco realistas en su percepción del mundo y las personas, de modo que las decepciones serán frecuentes y contribuirán a perpetuar el trastorno ("ya sabía que me iba a rechazar", "es verdad que no se puede confiar en nadie", "esto demuestra que no soy digno/a de amor"). Así, este modo de pensar es el responsable de la inestabilidad de su estado de ánimo y los cambios bruscos.
Pero no sólo perciben a los demás en términos dicotómicos, sino también a sí mismos, de modo que no es difícil que, ante el más pequeño defecto o fracaso se consideren seres inaceptables o que la más mínima carencia los convierta en seres sin valor. Los malos tratos o los rechazos pueden contribuir también a mantener esta creencia básica, que se ve confirmada con cada rechazo.
Todo esto los lleva a mantener patrones inestables: la idealización les lleva a entregarse por completo a la persona amada, mientras que el miedo al rechazo (procedente de la creencia de que son inaceptables) los lleva a tener miedo a la intimidad y alejarse, frustrando sus propios deseos de intimidad.
La frustración del deseo de proximidad suele dar lugar a una ira intensa y devastadora, que acaba destruyendo la relación, si llega a producirse. Al mismo tiempo, la satisfacción de ese deseo es vista como peligrosa, porque la posibilidad de abandono está siempre presente. De este modo, mantener una relación supone estar en un estado de ansiedad constante y la relación tiene muchas probabilidades de fracasar entre estallidos de rabia y desesperación.
Por tanto, suelen vacilar entre buscar la dependencia y evitarla, pero no saben confiar en los demás en una medida moderada.
Otra característica de estas personas es un sentido débil o inestable de su propia identidad (confusión e incoherencia en sus metas, prioridades, valores). La confusión acerca de sus metas y prioridades hace que sea difícil que trabajen con regularidad y eficacia para lograr metas a largo plazo y se dejan llevar por sus impulsos del momento. No tienen una estrategia coherente para solucionar los problemas que surgen. De todo esto resulta una ineficacia real y una sensación de fracaso e incapacidad, lo cual conduce a un falta de motivación y perseverancia. La falta de un sentido claro del sí mismo les dificulta la toma de decisiones en situaciones ambiguas y provoca una baja tolerancia a la ambigüedad. Todo esto refuerza sus creencias de falta de valor personal y necesidad de dependencia
La combinación de respuestas emocionales intensas, capacidad inadecuada para controlar sus emociones, impulsividad y falta de dirección clara en su vida, genera una serie de crisis y situaciones que no logra controlar, de modo que no es extraño que aparezcan también otros trastornos, como ansiedad generalizada, trastorno de pánico, depresión, etc. También suele ser frecuente entre esas personas la existencia de un trastorno de estrés postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo u otros trastornos de personalidad.
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